Wednesday, March 24, 2010

Sabiduría Popular

Oigo al reloj hacer nido y entonces
cabe el tiempo entre tu y yo.
El acento que pone la aguja es suave,
y desde mi boca ligera debe surgir,
brotar, el desorden de un beso.
Así oye la carne soplar el tiempo.
Entre risa húmeda que ni siquiera sabe
que de su fondo brotan los bordes del corazón.
Y mi cuerpo se inclina con la noche
polvorienta, acompañado y mecido
por el goce que solo se separa durmiendo.

¿Quien no se ha cruzado con alguien
que más que andar baila entre paso y paso?
Y esperas, más bien idealizas, que el ritmo de su vida cambie,
que su cuerpo se quede un poco mas cerca de ti
y que semejante peso traiga quizás el resto.

Que esa huella perdida sea la última,
que el dolor se queme de una vez por todas
y que la furia sea mas manejable
porque las dudas empiezan a comprar un funeral.

¡Veras!... a los malos recuerdos
no se les puede cambiar el tamaño para que quepan dentro.
Y las llamas en general queman porque están echas de fuego.
La mayoría de las veces, el olfato huele
y el tacto siente el peso y el precio.
Hay caballeros que solo llaman a tu puerta si traen el infierno.
Y para estos, lo mejor, una patada en culo.


Cuantas palabras se pueden escribir con claridad
y sin embargo, no son trasparentes.
Hay ciudades que están construidas en pena,
otras intercambian una esplendida y sana existencia.
Hay tardes en que la noche oscuridades largas trae
y se puede oír la voz de todo el mundo excepto la nuestra.
Otras ni una mosca pasa,
incluso el viento parece irresponsable
al atraer la quietud que para el tiempo
aun no llegado, dejándonos la tentación
de reclinarnos en la cabeza que se siente hablando.
Seria mejor, en noches tormentosas,
dejar subir los monstruos a las estrellas


Entiendo porque se aleja el horizonte.
Entiendo porque se acerca el tiempo.
Cuando, en la noche o en el día
la juventud se desclava con prudencia,
la vida afable entrega su néctar
y no cuelga ninguna amenaza, es oyente y creadora.
Y el sol cada mañana alumbra un poquito mas nuestro otoño
porque con o sin nuestra aprobación, nosotros somos estaciones
que van a encontrarse con el ausente polvo que se avecina.
Un removido aleteo no salva. La respuesta es si.
La muerte es la llave que confirma la libertad de la vida.


Y se evapora a menudo al ser su olor perfume.
Las flores en los primeros días vienen y van.
Y el corazón se estira en la algarada, con ojos públicos,
impaciente porque la belleza es delicada
y ningún pájaro puede traer el despojo frió
que puede morder las suaves manos con miedo.
Hay días que se marchan salvados por amor
y otros en que las ramas se rompen por el peso los fantasmas.
Amar es como una canción cantada con dulzura;
eterna melodía que a veces desafina.

El corazón debe ser preservado en almíbar
para que no llegue peleando con tanto día usado.
¿Quien no ha sufrido por sentimientos
que se alargan como juncos?

Decir la verdad requiere que otros la escuchen.
-Tu nombre es un bichito que aun hurga en mis oídos-
Desgraciadamente, se cayó la cercanía enferma, fusilada.
La desgracia disparo separación y mato.
Por eso las lagrimas no lavan nada que no este limpio.

En la orilla algo lejano siempre muere
acorralado entre el tiempo y la distancia,
de liberarse, se caería en el reflejo del olvido,
en la gruta a la que el pasado pertenece.
Por eso cuando tu te acercas nada ido se queda.

El desgastado corazón aferrado al amor confabula
con el mar y hace de la sal pequeñas islas que no llegan.
Este órgano que irradia pachorra no teme al tiempo,
se regala el amor, no se vende, cuando uno no es añejo.
Por eso en mi solo queda el insomnio que en la noche llega.


Yo no se vivir sin reír o llorar.
Soy de los que tiran palabras sordas y combatientes
a un territorio sudoroso lleno de pequeños barrotes
erigidos por el doliente viento que a veces extiende guerras
y luego nervioso me tiro a la perdición de los temblores
por lo dicho o echo
o me enciendo como un fuego que desborda pasión.
Yo no se vivir sin llorar o reír.

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