Yo solía tirar con una muchacha
que siempre envolvía mal aire.
Aun así encendía la pólvora de mis besos.
La hice gozar como un artesano.
Al fin y al cabo yo también estaba desesperado,
desahuciado por la prisa y preocupación de ser virgen.
Ame solo una vez
y urgió la ternura de tal forma
que para pensar en mi
tenia que huir de nuestros cuerpos.
Esta señora que era muchachita
tenia mi corazón controlado
y sigue siendo hoy en día la dueña
a pesar de los tropiezos.
Me lengua seguida por el deleite de mi cuerpo
continuo saciando su sed.
Así que le di rienda suelta por la geografía de su cuerpo.
Y como una vela que evita el viento
yo sorteaba los día como podía,
prefiriendo la noche, ya que me daba fructíferos placeres.
La bese
entre el pliegue del escote
y el temblor de mis piernas fue semejante
a un huracán americano.
La Betty sabía como fijar sus pechos firmes y curvados.
Entre flujos y humedad nos exploramos.
Más bien nervioso.
Explore su cueva y la visita dolió.
Yo fui dulce a pesar de ser hombre.
Como una ametralladora cante victoria al terminar el acto.
La boca de la Betty maneja desde ese día todos mis órganos.
Mi amor por la Betty
es una revolución que no hace al hombre
ni viejo ni cansado.
Yo la quiero por años.
Toco las estrellas con mis tobillos cada vez que me besa.
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