Ardió el mar
y yo no estoy loco.
¡Estoy seguro que no era el Prestige!
Las llamas oprimían sin pereza el agua
y la sal estaba desgranada en la playa.
Tenia forma de aro dorado la llama.
¡Fuego! ¡fuego!
¡El mar se quema!
-grito mi sobrino Asier-
y yo le creo…
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment