Esperar ser mujer u hombre
y que en el regazo se apagué la tarde
entre nubes que cubren el enfermizo primer farol
y enfurecidas camas que insisten en desnudarse.
Que den paso a la gran noche morena llena de desnudez
las equivocadas horas que se deslizan ente cuerpos transitables.
Que en la mejilla de sus pechos claudique el deseo en cenizas
y que se recoja el cuerpo colegial empujado por ojos abiertos
entre gemidos que se inclinan despacio en el silencio.
Tu cuerpo ser y olor a café que interrumpe el reposo.
¡Que la piel se despierte con el rumor de las sabanas,
firme como rocas que respiran enamoradas!
Así te amo; con fiebre que sepulta la monotonía.
La lealtad de mi paciencia es lerda
al alargar mis manos y acariciar tu músculos.
Agradezco que tu cuerpo vuelva una y otra vez.
Yo soy como el otoño,
caigo de tu tronco como horquilla ondulada
mientras una caravana abrazada al tiempo me lleva
con tempestades tranquilas pero grises.
No es solo la costumbre de gozarte,
volcarme a tu piel para que no quepa el aire
es para mi un instinto mas que un deseo.
Los labios en la alcoba buscan ebrios momentos,
el animal ciego esta por amor.
Yo siento las cebadas sabanas en las manos corporales.
Esta otra vez el goce debajo de tus parpados.
Entra la hélice en la néctar maduro
con ruido y sin piedad, entre frutos nocturnos.
Como un cuchillo que extermina la monotonía.
Un corazón entre la espesura del frió
fruto de los días con lenguas femeninas.
Petrificado con coágulos existe el mar;
tu tierra prisión, el agua melancolía.
Horas agrias sin misericordia es la espera,
horas que pican como presagios
por ser pájaros con desdicha lascivia.
Tu cabello tiembla caliente
cuando mi mano frota la corteza de tu cuerpo.
Amar tu vientre es una risa volátil.
Es consigna traficar entre tus labios mis besos.
Impregna la noche densa codicia,
furia sin escombros.
Mi lengua fálica desollé el imploro,
desnudo muero y vivo preso por ti,
ritmo de tu sexo.
Voy desnudo y resonante entre el silencio,
fluyo al borde de tu quietud, ciego.
Tengo vértigo a la ira que refleja tus ojos,
un reflejo que me deja sin ropa,
vigilante en un bosque ebrio de pasión vacía.
Bajo los arroyos donde crecen ortigas
los caminos son un otoño.
Huellas adelgazas por el tiempo no quedan.
Y por lo acontecido, horneado por el deseo,
apretado y hondo entre mis músculos
en la hora y en cada hora, codició tu cuerpo.
Mi amor no distingue piel firme o desgastada.
Ascendentes sin destino dos ríos fluyen,
dos amantes entre muros húmedos,
suave agua pastosa trae consigo el roce,
un olor caminante que disuelve espacios.
La pobreza es obscenidad en tu cuerpo.
Voy por tus pechos firme y sin error,
con dulzura, debajo de la niebla,
en una plaza soleada o bajo lluvia.
Tu piel es una muralla que divide
mi corazón en dos mitades.
La izquierda te quiere sudorosa,
la derecha perfumada y de buena apariencia.
Se evaporan las nubes
al igual que mi pensamiento al verte desnuda.
Veo una luz que con dulzura es tumulto.
Perfume y huesos que preparan el corazón
abriendo todas las horas a tu rostro.
Una mujer húmeda que deshace el invierno si me toca.
Un jardín que a obscuras gotea destino
con fragancia de placer y esperanza.
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